2006-08-18

Aquí viene una vela para acompañarte a la cama...


Solo era un sueño. Solo era un sueño. Un mal sueño... - me repito a mi misma, todavía jadeante, cubierta de un sudor frío que me hiela el alma -.
Hoy te he vuelto a ver.
Creí que estaba superado, llevaba tiempo sin pensar en ello, tiempo sin tener la misma pesadilla. Tal vez, porque cumplí con mi parte. No he vuelto al cementerio desde entonces -al menos, en ese estado-.
Recuerdo las señales: una cruz metálica golpeando algo invisible - un golpe seco y un eco horrible, que se repite -, el sonido de una pala que ahonda un lecho, quizá el mío - no, el mío no. No pienso ser pasto de los gusanos –.
Y ese mal sueño, en el que me veía como siempre a los pies de tu tumba. Con la cordura discutible que me acompañase esa noche, tu aparecías por un camino entre las lápidas y los cipreses, dejando la capilla al fondo, esa que siempre me inspiró pánico y respeto - y ese sitio… el morbo de ese lugar…-.
No podía saber que eras tú, eras la imagen misma de la muerte, o esa que siempre se le atribuye. Pero no llevabas guadaña, solo la túnica negra con ese capuchón en la cabeza, cubriendo tu cara por completo.
Te acercabas a mí, yo te esperaba, paciente, no me dabas miedo, en el fondo te reconocía tras esa fachada, sabía que eras tú.
Una tranquilidad sospechosa me invadía al mismo tiempo, iba muy colgada.
Mis músculos estaban relajados, no me planteaba ni por un momento huir de ti.
Entonces te quitabas el capuchón, y veía la imagen más horrible que se pueda contemplar. En tu rostro, dos cuencas vacías por ojos despedían una mirada terrorífica. Susurrabas algo, que no recuerdo – o no quiero recordar -, quizá porque durante años me atormentó y enterré en el olvido, para que no siguiera haciéndolo.
Recuerdo tu aliento frío, que me calaba en los huesos e iba escarbando dentro de mí.
Solo acertaba a ver como de tu manga sacabas algo brillante cuyo filo me desgarraba una y otra vez, hasta que caí desplomada.
Inmóvil, como en un sueño, dentro del mismo, te veía alejarte. Sin prisa, tranquilo, como quien cumple con un deber que cree necesario, no como actuaría un sicario.
Ese momento se me hacia infinito. Se supone que tras un mal sueño uno se despierta rápidamente, sobresaltado. A mi me daba tiempo de sobra como para que esa espera se hiciera eterna.
Cuando despertaba recordaba todo, incluida esa frase que me atravesaba.
Puede que hubiésemos desafiado demasiado algunas fuerzas, haciendo lo que hacíamos. A todos nosotros, de una u otra forma se nos dijo que no siguiéramos con lo mismo - Tu fuiste mi mensajero, abuelo -.
Conseguí superarlo, pero hace un par de semanas la misma sensación volvió a atormentarme. Me hizo plantearme si poner una noche una grabadora en mi cuarto. Me atreví. Por lo que pude descifrar de mi voz confusa y mis palabras entrecortadas, había vuelto a soñar contigo. ¿Estamos otra vez traspasando límites prohibidos?
>> Aquí viene una vela para acompañarte a la cama, y aquí viene un hacha para cortarte la cabeza... <<